MISA DE REQUIEM
(1774)
El 7 de mayo de 1774 moría en Girona después de una larga
enfermedad el obispo Manuel Antonio de Palmero y Rallo, (Villalobos 1706)
clérigo ilustrado y reformista, bien conectado con la Corte, ya
que fue de los primeros obispos nombrados por el gobierno de Madrid el
1756 con el permiso de Roma, de acuerdo con el Concordato de 1753.
Él fue quien edificó la casa de Misericordia de Girona,
edificio que su sobrino el obispo Lorenzana añadió al nuevo
Hospicio que estaba construyendo y de ambos edificios salió la
Casa de Cultura actual. Palmero fue partidario de la expulsión
de los jesuitas (1767), expulsión que aprovechó para instalar
el seminario diocesano en el convento que estos tuvieron que abandonar.
Aunque no conservamos los detalles de la ceremonia de su entierro, este
debió ser muy solemne, siguiendo la tradición, según
la cual cada estamento tanto de la ciudad como de la diócesis pondría
su parte en la ceremonia para que resultase espléndida, La contribución
musical fue a cargo del nuevo maestro de capilla, FRANCESC JUNCÀ,
sacerdote que había ganado la plaza por oposición hacía
apenas cinco meses. Girona vivía entonces unos años de crecimiento
demográfico y económico después de la derrota de
1711: la creación de nuevos edificios señoriales y eclesiásticos
junto con la restauración de antiguos palacios y la aparición
de pequeñas manufacturas indican una nueva vitalidad urbana. Es
en este marco expansivo que Juncà compuso el presente Requiem.
Francesc Juncà nació en Sabadell el 1742, fue niño
de coro en Montserrat, pasando más tarde a maestro de capilla de
Santa María del Mar en Barcelona, para ganar la plaza de Girona
el 1774 cuando tenía 32 años. Estuvo aquí por poco
tiempo, hasta 1780, cuando ganó la plaza de maestro de capilla
de la catedral de Toledo, capital eclesiástica del estado, cargo
que era el más elevado dentro del escalafón de la música
eclesiástica. Con él empieza esta especie de colonización
musical realizada desde Girona en catedrales situadas más allá
del Ebro camino que continuaron sus sucesores Balius, Arquimbau i Pons.
Juncà permaneció en Toledo hasta 1792, cuando se jubiló
como maestro de capilla. Pero, en vez de volver a Barcelona o bien a su
Sabadell natal, escogió Girona como residencia. Cuando regresó,
tenía solo 50 años, se dedicó a muchas actividades
distintas de les musicales, como buen ilustrado que sería, actividades
todavía sin investigar, manteniendo siempre buenas relaciones con
la corte de Madrid. Así lo mostró en marzo de 1814, cuando
Ferrando VII liberado de su prisión de Valençay y camino
de Madrid, permaneció cinco días en Girona, residiendo en
Casa Carles, en la plaza del Vi de Girona. Salió de allí
de madrugada y Juncà lo acompañó en nombre del capítulo
catedralício hasta Arenys de Mar, límite de la diócesis,
montado en su caballo, a pesar de sus 72 años. Su última
actuación importante fue en 1826 con motivo de la construcción
del nuevo órgano de la catedral, convenciendo al Cabildo para que
lo emplazase en el centro de la nave única, acercándolo
a los músicos y detrás del coro de los canónigos.
Hoy todavía está en el mismo lugar.
Muchos de los feligreses gerundenses cuya imagen tenía Juncà
en la cabeza cuando componía este Requiem eran burgueses dedicados
a sus negocios que buscaban en la música religiosa un gozo cultural
y un espacio de sociabilidad. El estilo musical utilizado por Juncà
es designado hoy por algunos especialistas como estilo galante, estilo
que huye de las complejidades del barroco, utilizando melodías
fáciles y agradables con una instrumentación efectista.
Si en la Girona del 1700 el maestro de capilla Josep Gaz miraba hacia
la corte de Madrid cuando componía, y su sucesor Gònima,
hacia 1750, miró hacia Nápoles, Juncà mirará
hacia Viena y París. Pero a diferencia del estilo de sus contemporáneos
de Viena W.A. Mozart per ejemplo Juncà no desarrolla
en este Requiem ninguna construcción musical enrevesada, temas,
contratemas, variaciones y otros artificios musicales sino que se
limita a breves exposiciones de material melódico, escogido y muy
variado, con una expresividad más que notable.
Cada una de las partes de esta misa de réquiem viene precedida
de una breve introducción instrumental basada en los violines,
seguida luego por las cuatro voces actuando en combinaciones diversas,
coro, solos, dúos y tríos, voces que destacan en mayor o
menor grado en función del significado del texto que el compositor
desea resaltar. Juncà transmite a sus oyentes su interpretación
del texto litúrgico mediante una combinación variada de
voces e instrumentos, siguiendo las unidades definidas por los versos
del texto. Son unidades relativamente breves, separadas por silencios
muy útiles para preparar los oídos de los asistentes a los
cambios de ritmo y de tonalidad que cada una de ellas comporta. Los fagots
y la percusión curiosamente no están entre los instrumentos
de la orquesta. Los diversos movimientos de la composición culminan
en la Sequentia central, donde el compositor alcanza un notable nivel
en la expresión de los estados de ánimo sugeridos por los
admirables versos latinos, destacando las voces sobre los instrumentos,
algunos de sus solos son excepcionales preponderancia invertida
en los versos del Tuba mirum en los que las trompas aparecen en el primer
plano sonoro. Igualmente destacables son los versos del Lacrimosa dies
illa.
Finalizada esta misa funeral del obispo de Palmero se procedería
a realizar una pequeña procesión dentro de la misma catedral
hasta su tumba, situada delante del altar mayor. Mientras se realizaba
esta breve procesión se cantaría el obligado responso: Libera
me Domine, responso que seguramente es el que hay en una de las partituras
anónimas del archivo capitular, partitura que por su estilo puede
atribuirse a Manuel Gònima, maestro de capilla entonces recién
jubilado. Por ello lo hemos añadido a este CD. El texto de este
responso es enrevesado, con versos que se repiten varias veces y su instrumentación
es similar al Requiem de Juncà, menos en los instrumentos de viento,
ausentes. Siguiendo el estilo de Gònima, la pieza no tiene preludio
instrumental y su movimiento inicial muy triste, casi tétrico
contrasta con la tristeza contenida de la parte central.
Según la tradición, los cantos de los funerales solemnes
eran interpretados tanto por la capilla de música como por el coro
de los canónigos, estos cantados en gregoriano. El presente Requiem
es un buen ejemplo de ello ya que el Tractus, la segunda estrofa del ofertorio
Hostias et preces y la del Benedictus corresponden al gregoriano
y por ello no fueron musicadas por Juncà. En este CD el canto gregoriano
del segundo caso ha sido substituido por la misma estrofa sacada del Requiem
de Jaume Balius (1781-85), sucesor de Juncà como de maestro de
capilla de Girona, mientras que, el Benedictus, corresponde al texto homónimo
de un notable motete de Domènec Arquimbau (1785-90), sucesor de
Balius, motete en el que las trompas tienen un papel destacado. Arquimbau
está enterrado en Sevilla, a donde llegó desde Girona. En
el texto adjunto del Requiem el inicio de estos cambios viene indicado
con un asterisco.
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